lunes, 27 de diciembre de 2010

Una estrella muy especial.


 Pedro con ayuda de su mamá nos ha regalado una texto muy bonito en su bola de Navidad. Ha sido uno de los premiados del certamen de cuentos de Navidad del colegio. Aquí lo tenemos: 


Mi bola de Navidad está inspirada en las estrellas.
  1. En la “Estrella de Navidad” que guía a los Reyes Magos hasta el portal
  2. En las “estrellas del cielo” que brillan todas las noches, arriba, en el firmamento.
  3. Para mí y mi familia, la “estrella más especial” es mi hermana pequeña, un bebé de cinco meses que nos guía a todos por el camino de la felicidad y brilla con su luz propia, por eso decidimos llamarla ESTRELLA. Aunque mi mamá dice que yo también tengo una luz especial, por eso cada vez que nos mira a mi hermana y a mí, es como si estuviera en un cielo lleno de estrellas.
¡Feliz Navidad!



Pedro recibe su premio y diploma.

viernes, 17 de diciembre de 2010

"Los coches"...aunque no venga en el libro.

El autobús por la calle va...
Después de la marea de llantos de los primeros días, comenzamos, en octubre, nuestro cuaderno de texto. El primer tema que abordaba era “el colegio”. Qué irónico resultaba. Llevábamos casi un mes intentando reducir  la diferencia entre el ambiente escolar y otros ambientes familiares para los niños, como su casa o la guardería. Y sin embargo, ahora tratábamos de estudiar que era "el colegio". No obstante, por más que lo intentaba no conseguía que los niños se interesasen por este tema. Todo lo más emocionante que conseguía es hacerlos llorar al darse cuanta de la enorme realidad que suponía haber sido tragados por una gigante escuela.


Sin embargo, de repente, alguien refirió que venía al cole en un coche nuevo y rápidamente prendió la chispa de la motivación. Todos tenían algo que decir al respecto. Unos hablaban del color, otros de los botones que una y otra vez hacen bajar la ventanilla, algunos hablaban de coches que llevan a princesas y superhéroes, otros de motores supersónicos y de luces que se encienden para alumbrar la oscuridad.
De repente, comprendimos que teníamos ante nosotros una mina. Un tema estrella, capaz de interesar a todos los niños y niñas, por igual.
 Los coches nos transportan a lugares fantásticos, los coches hacen que nuestros padres sean poco menos que Alonso, los coches nos relajan y podemos echar una siesta al son de su agradable runruneo, los coches unen a la familia con un sinfín de conversaciones, cantos y risas.

Así no gira bien.
¿A ver así?
¡Aquí síííí...!




















Todos sabían muchas cosas de los coches y fuimos copiando en la pizarrilla las más importantes que iban saliendo. Al final tuvimos un mural pero duró poco porque rápidamente lo pintorrearon a la menor ocasión. Lo pasamos a limpio y está vez no duró ni media hora, vuelto a pintorrear. Por fin, comprendieron a la tercera que ese mural era para trabajar. Con el podíamos comentar las ideas que habíamos tenido en los días anteriores. No sabían que era leer pero comenzaron a intuir que en esos signos se encontraba la memoria de los días pasados y la seño le ayudaba a descifrarlos. Esta vez el mural no se estropeó.
A partir de esta unidad podemos trabajar un sin fin de conceptos y procedimientos. Clasificaciones y seriaciones por color, tamaño, forma, mediante coches de juguetes.
Representación gráfica del experimento
Simetría, mecánica, física,…Hemos experimentado con rampas de distinta alturas. Al principio los niños interpretaban que corrían más dependiendo del color pero luego, descubrieron que a mayor altura de la rampa más velocidad.También estudiamos el lugar exacto donde era mejor colocar el eje para que la rueda girase más rápida y uniforme y ese lugar era el centro.
Hemos resuelto como colocar las sillas para montar un autobús y poder viajar al son de la canción del autobús.
Nos introducimos en el mundo de las tijeras tratando de recortar coches pequeños de unos folletos que nos trajo Darío.Y recortaron con gran habilidad figuras que hubiésemos tardado varias sesiones en conseguir recortar. Eso sí la clase terminó siendo todo un sembrado de recortes. Y el resultado un bonito mural en forma de coche, hecho con coches. ¿Quién es capaz de encontrar el suyo...?


Hemos construido nuestro propio coche con cajas de cartón y lo hemos pintado en nuestro magnifico taller de chapa y pintura. Finalmente, pusimos las ruedas a punto. Teniendo como recompensa un magnifico bólido para jugar en día venideros.

Pero continuará…

Han quedado muchos conceptos para seguir trabajando, como la construcción de un salpicadero con muchos botones que nos muestren su utilidad, la reproducción de los números y letras de las matrículas, construir coches para hacer carreras, la visita al museo del automóvil, el álbum de fotos con nuestros coches familiares, seguridad vial, señales de trafico (forma, color, significado), estudiar los diferentes materiales(hierro, plástico, caucho…), conocer los diferentes tipos de vehículos y su finalidad, etc.


Sospecho que será un tema que continuará dando mucho que hablar en nuestra casita de Miguel, al menos, mientras ellos lo demanden. Cada vez que lo retomamos, siento con su entusiasmo, que me expresan: “Gracias por tener en cuenta lo que nos interesa..."



lunes, 29 de noviembre de 2010

Los números tienen color

Tradicionalmente, en la Educación Infantil,  se le ha dado mucha importancia al dominio de la lectoescritura , dejando a un lado la formación del pensamiento matemático de los niños. A partir de ciclos intermedios de educación Primaria se comienza a exigir unos conocimientos matemáticos asentados en unas bases que no existen. Entonces nos damos cuenta y lamentamos el tiempo perdido, comprendemos por qué costó tanto en estadios anteriores la comprensión de la decena, el dominio de las operaciones matemáticas y la resolución de problemas sencillos. Tememos un futuro incierto lleno de enigmas matemáticos que podrían significar un fantástico reto pero que se torna una auténtica pesadilla.

El niño de Infantil se encuentra en un estadio de desarrollo vertiginoso. En poco menos de tres años experimentará un cambio personal tan rápido que apenas tendremos tiempo de darnos cuenta. Cuando menos  lo esperemos, nos preguntaremos qué fue de aquel pequeño niño, casi bebé, que dejamos  temeroso, por primera vez, en su aula de Infantil de tres años.
Existen muchos materiales matemáticos a través de los cuales podemos acercar de una manera intuitiva a los niños al conocimiento de las estructuras matemáticas. De una forma lúdica iremos formando su pensamiento y capacitándolos para ir resolviendo problemas que se le vayan planteando sin que ni siquiera ellos sepan que andan sumando, restando, multiplicando o dividiendo.

Os presento las regletas de Cuisenaire que frecuentemente utilizaran nuestros niños en el aula. Más adelante, también podréis adquirir o fabricaros un juego de regletas, si os interesa,  para trabajarlas en casa.
Por ello, en nuestra clase los números tienen color. Y que no os sorprenda que os digan algún día que el 1 es blanco o que el 5 es amarillo, ...comprenderéis fácilmente el porqué.





Para jugar  con los peques y  las regletas os propongo el siguiente enlace
http://www.regletasdigitales.com/

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El otoño, una experiencia sensorial.

El otoño ha llegado a nuestra clase. Con la colaboración de las familias, hemos transformado nuestra aula en un maravilloso bosque. Los niños han aportado bolsas grandes llenas de hojas secas que han recogido con ilusión de parques y jardines.
Seguramente, era la primera vez que tenían algo que les resultaba realmente interesante para llevar a la escuela. En sus manos, un tesoro que les llenaba de intriga. ¡Menuda sorpresa cuando me vieron volcar, una a una, las bolsas sobre el suelo de nuestro “rincón de aprender a aprender”!
Pronto, un penetrante olor a campo inundo el saloncito. Los niños se lanzaron a jugar con las hojas. Primero, las pisaron tímidamente. Después, cuando notaron el crujir bajo sus pies y que  no les estaba prohibido,...con entusiasmo y decisión.
Si cerrábamos los ojos podíamos oír las pisadas de los animales en el bosque, del decidido príncipe justiciero  o de los indios en  emboscada. Sólo ellos saben lo que  su imaginación infantil les dictaba.
Después se sentaron sobre ellas, las lanzaron hacia el aire. Veían como algunas planeaban mientras  otras caían rápidamente hacia abajo. Comparamos colores, texturas y tamaños. Alguno guardó alguna muestra como recuerdo en el bolsillo… ¡Pobre del que vacíe bolsillos para meter en la lavadora!
Al final, algunos cansados se sentaron tranquilamente sobre ellas y las cogían acariciándolas o estrujándolas para convertirlas en polvo. Algunos hacían cosquillas a los otros con las resistentes hojas de ficus. 
Por último, los papás y mamás del cole, nos invitaron a una castañada junto a una degustación de frutas carnosas del otoño. Entonces pudimos saborear el otoño porque comernos las hojas hubiese sido un poco indigesto y peligroso.

Tres días intensos en los que el “rincón de aprender” se convirtió en el favorito. No les llegaba la hora en que les permitía ir a visitarlo. Nunca hubiese sido capaz de explicar a los niños con fichas como huele el bosque, ni como suena el crujir de tus pasos en su espesura, ni cuantos matices tienen el marrón y el amarillo, ni las caprichosas formas con las que la naturaleza nos obsequia en esta estación tan bella.

Pero sobre todo, obtuvimos la alegría de que por primera vez los niños dejaron atrás los temores en  su recién estrenada escuela,... por primera vez dejaron de ser aquellos niños que añoraban su hogar en cada nuevo paso,... por primera vez, descubrieron que la escuela les aporta sensaciones que merecen la pena. Por primera vez, fueron grupo. Ahí están ya… tenemos las raíces que forjarán una relación que durará al menos nueve años.

Tener que andar barriendo y recogiendo hojas, limpiando el polvo, sacudiendo melenas,… mereció la pena. La recompensa llega cuando, al abrir la puerta para entrar del recreo, la brisa trae el olor de una poda cercana, entonces oyes un pequeño que  dice con entusiasmo: “Seño,…huele a otoño”.




sábado, 23 de octubre de 2010

El aula

El aula es pequeña, pequeñita, muy pequeñita, pequeñísima. La verdad que todo un lujazo si hubiese doce alumnos pero son veinticinco de tres años. No obstante, si tuviera que desprenderme ahora de algunos no podría, ya son  mi grupo, aunque andamos  apretaditos, casi enlataditos.
 Tenemos  acceso directo al patio y un aseo con un solo inodoro compartido con la otra aula. Contamos con una sola taza y un inodoro de pared para cincuenta niños pero teniendo en cuenta que está en la misma clase, tenemos que estar contentos. Otros no disfrutan de esta ventaja. Además es por el servicio por donde accedemos al resto del colegio, así que podemos decir que es el vestíbulo de nuestro saloncito. Bueno y realmente, pese a que parezca secundario y hasta desagradable, el dominio de esta antesala de la clase es uno de  los objetivos primarios en la Educación Infantil de tres años. 
Cuando ocupé el aula me encontré con dos zonas de suelo protegidas del frío: una de corcho, otra de vinilo. Todo un privilegio para poder montar rincones de actividad. El único problema es que el lugar para el mobiliario queda escaso, escasísimo, por los que normalmente el suelo de corcho, otros años, lo han ocupado con mesitas para trabajar.
El espacio queda así. La zona del dormitorio principal de la antigua casa de Miguel es nuestro rincón de vinilo que está dedicado a la investigación, la zona de corcho ocupa un dormitorio y medio y está dedicado al juego simbólico, los cuentos y la música. El otro medio dormitorio se ha convertido en una pequeña biblioteca para descansar, volar con la imaginación, con cuentos para relajarse y apartarse un poquitín de la actividad de clase. El lugar de la antigua cocina y el pasillo lo ocupan las mesas para el trabajo personal, los percheros y los casilleros para guardar las fichas. Este lugar queda muy escaso, por ello, he puesto las mesas ya de varias maneras diferentes pero  cuando parece que está bien llegan los niños, abren las sillas y… ¡chasco! ya  no cabemos otra vez.
En este trajín de sillas y mesas, me pregunto una y otra vez… ¿cuáles son  los objetivos que persigo? Lo más lógico sería renunciar a algunos rincones pero...cuál de ellos realmente es el  más prescindible…
¿Tal vez el rincón de investigar, donde haremos murales y tridimensionales gigantes, investigaremos los cambios de la naturaleza, la tecnología, podremos acceder a información a través del ordenador, observaremos las plantas de crecer, estudiaremos el hábitat animal, las estrellas, consultaremos los libros de la biblioteca, trabajaremos las matemáticas…?
 ¿O tal vez podríamos renunciar al rincón de juego simbólico, el cuento y expresión musical?….
La biblioteca no ocupa mucho pero… ¿se podría renunciar a educar a los niños hacia el placer por la lectura? Me  cuesta  mucho concebir la vida sin libros y mucho menos la escolar.
¿Y las mesas para el trabajo personal? Realmente les gusta sentarse a dibujar, modelar, hacer puzzles,... Encuentran cómodas las mesitas adaptadas a su altura que no todos tienen ocasión de disfrutar en sus ambientes. Pero realmente… ¿necesitamos tanta silla? ¿Es necesario que todo el grupo dedique a la vez a realizar las mismas actividades, muchas veces  esteriotipadas? ¿Es necesario que el niño ande pegado continuamente a ese lugar que normalmente se le designa con su nombre en etiqueta? ¿Es imprescindible que sea marcada de forma rígida, hasta el más mínimo minuto, la actividad del niño sin respetar sus tiempos? ¿Es preferible el orden a la autonomía moral e intelectual?

Es este un saloncito, una clase que me hace cavilar no solamente sobre la distribución de espacios. La práctica educativa en Infantil me llama a gritos a la reflexión. ¿Realmente estamos enseñando para el desenvolvimiento en el mundo exterior, acercando a los niños a la cultura, conduciéndoles hacia una autentica autonomía personal, acostumbrándoles a ser felices aprendiendo, desarrollando su pensamiento lógico en situaciones reales, valorando todos sus despliegues de creatividad…? ¿…No estaremos únicamente conduciendo al niño hacia una institucionalización de su persona, a una mera lucha por adaptarlo al sistema escolar establecido sin tener en cuenta que formamos personas para la vida?

viernes, 8 de octubre de 2010

Un sencillo gesto… ¿Hacia quién?

 Cuando programo una reunión con los padres siempre me propongo repetidamente una cosa: no dar más “avisos” de los necesarios. Siempre en esa situación me acuerdo de algo...esa escena de “Toy story” cuando Woody convoca a reunión a los juguetes para comunicarle, en último lugar, como si la cosa careciese de importancia,  que se adelanta la fiesta de cumpleaños de Andy. Así, los avisos vienen a ser una serie de recomendaciones sobre hábitos, rutinas y normas, que se dan disimuladamente al final de la reunión, tratándoles de restar importancia,  aunque realmente nos importan mucho y mucho a todos, padres y maestros.

Y siempre me propongo dar pocos avisos y selecciono los que creo que son más importantes aunque al final los mismos padres con sus preguntas sacan a relucir muchos más. Como madre de familia numerosa  siempre me han abrumado, en las reuniones con los tutores de mis hijos, los avisos porque nunca tengo la certeza de que haya podido captarlos todos al final y siempre la situación me ha producido cierto recelo.
Porque realmente… ¿para que sirve tanta norma? ¿A quién beneficia en realidad? Muchas veces tendemos a pensar que son manías sin sentido, algo que el profesor plantea para tener la vida más fácil. Sin embargo les propongo que hagan un sencillo ejercicio.

 Imagínense a hora punta en su casa su hijo de tres años, multiplicado por veinticinco.  Tal vez  entienda bien lo que le pide, pero tal vez aún no hable tan claro, tal vez no haya resuelto aún la fase propia de las rabietas… Cada uno tiene su historia, aunque corta, toda una vida de tres años.
Ahora imagínense una clase y una maestra tratando de repartir mochilas y chaquetas a veinticinco a la hora de la salida, también deben lavarse las manos los que van a comedor y abrigar bien los que salen para casa. Ese gesto tan sencillo de marcar la mochila y la prenda ¿A quien beneficia más al docente o al alumno? Evidentemente el maestro opta, al final, por  dejar tres chaquetas  en el colgador después de haber preguntado veinte veces de quién son las que le quedan por casar. Pero los que saldrán de clase sin abrigar serán los tres pequeños.

Y a la hora de beber agua o tomarse el desayuno, si no están marcados, cómo controlar que no han acabado cambiando el bocadillo de chorizo, por el plátano, el batido por el refresco, y asegurarse que toda la mesa no haya bebido en una botella que cada uno asegura aseveradamente que es suya. Muchas veces el gesto sencillo de marcar un bocadillo, nos resulta penoso y pensamos que al maestro le ha de resultar más fácil marcar veinticinco bebidas y veinticinco bocadillos y veinticinco botellas de agua, y recordar veinticinco chaquetas y veinticinco mochilas, todos los días.

No imaginamos las esperas que evitaríamos a nuestros hijos si fuesen capaces de bajarse y subirse la ropa para ir al baño, de limpiarse la nariz, de abrirse el desayuno, de recoger sus cosas, de abrocharse los zapatos…

Si nos paramos a pensar un momento, nos daríamos cuenta que esos pequeños gestos son un detalle de afecto diario hacia nuestros hijos. Una bonita declaración de amor cuando el niño ve la letra de su mamá sobre el envoltorio de su desayuno, unas palabras de aliento cuando conoce la escritura o el dibujito  de su papá en la etiqueta de su chaqueta, su seguridad cuando consigue reflejar en la escuela esos pequeños logros en los hábitos que alcanzaron gracias al apoyo de sus padres y no al de su maestra. Qué fácil le resulta aceptar todo al niño que sabe que tendrá a sus padres para ayudarlo a alcanzar los objetivos que se trabajan en la escuela.

Y si todos esos pequeños gestos benefician, ante todo, a los pequeños… ¿no será entonces los mejores gestos que podemos tener hacia nosotros mismos como padres?


viernes, 24 de septiembre de 2010

Diga las y los…Señorita

Quisiera, ante todo, aclarar una cuestión para no ser tachada de sexista. Ustedes valoren y que les aproveche. Como recientemente han aconsejado fehacientemente nuestros académicos, conservaré, a no ser que exista peligro de confusión en los textos, la forma neutra similar a la masculina “los” para designar a ambos sexos. Así cuando diga, por ejemplo, “los padres” se entenderá que me refiero a ambos progenitores: padre y madre. Cuando me refiera a “los niños” me referiré tanto a niñas y niños, aunque si he de referirme a los del sexo masculino añadiré la palabra, tan bien sonante para las abuelas, “varones”.
No me gustaría dejar en el aire una aclaración de esta, mi postura, para el que tenga la paciencia y el gusto de leer mis argumentos. Realmente creo que los textos, a no ser que el autor tenga necesidad de resaltar alguna  idea, han de carecer de redundancias y repeticiones muchas veces absurdas. Todos estamos capacitados para entender el idioma porque lo hemos usado así durante siglos. Y, como mujer no me siento discriminada cuando se me incluye en el grupo de los compañeros, de los amigos, de los padres, de manera genérica.
Tal vez, deberíamos de pararnos a reflexionar que el sexismo muchas veces no procede de nuestras palabras, ni de nuestras acciones, ni siquiera de nuestros pensamientos, sino realmente procede de lo que somos. Por ello, nunca he dudado que ser mujer es genial, es más, considero que fue lo primero mejor que me ocurrió en esta vida. Y sí que he abogado, de niña, por poder subirme a un árbol si la ocasión lo requería, por ensuciarme la ropa si se terciaba, arrastrándome para tratar de coger una lagartija, por disfrutar con una labor pero también coger una herramienta de mi padre y el rollo de alambre para hacer algún proyecto, de partirme y ensuciarme las uñas buscando en el cajón de los tornillos para arreglar un juguete, por no acomplejarme por no llevar las coletas a la misma altura, por sacarme los estudios entre limpiezas diarias y generales.
Por ello, menuda perplejidad  que  da, que después de haber bostezado varias veces en los largos discursos de mil caracteres llenos de “las y los”, de “jóvenes y jovenas”, “niñas y niños”, “padres y madres”, “profesores y profesoras”,…hablando y hablando sobre actividades de coeducación, igualdad y todo lo demás por lo que, también creo, por supuesto, que hemos de luchar,…pues qué menuda perplejidad que da, que los compañeros y, seamos también actuales, caramba,  algunas compañeras, te llamen señorita cuando ya queda tan lejos el día de tu boda. Qué bien lejos,también, quedan los tiempos en que las maestras eran todas solteras porque las casadas ya no trabajaban para dedicarse a sus labores. Y digo yo, por qué no se designa a ellos, los maestros varones, con señoritos. Ellos, por supuesto, preferirán que se les plante el magnifico don o el respetuoso maestro o profesor, y nadie se detiene nunca a reflexionar sobre lo que el termino “señorita” designa y el machismo que encierra el término. Porque una vez puesto, por qué no decir policías y policíos, telefonistas y telefonistos, economistas y economistos, maquinistas y maquinistos, humoristas y homoristos,… y, para ser aún más correcto, hablar, por ejemplo,  de machistas y machistos, feministas y feministos, izquierdistas e izquierdistos , derechistas y derechistos, …aunque todo esto nos suene a chista, chisto,…,perdón, chiste.
Y que irónicamente simpático me resulta cuando, con fingido cariño,  me corrigen, como si una, pobre, hubiese sobrevivido a la época de los dinosaurios… diga “los niños y las niñas”, Señorita…
Por eso hace años que corrijo a mis alumnos cuando me llaman “señorita”, y a lo más sólo les permito, que, me digan seño, por la fuerza de la costumbre y porque en mi interior lo tomo por el diminutivo de señora. Prefiero que me llamen por mi nombre o que me digan maestra o, en último término, profesora. Porque diga, piense, o hable lo que sea…eso es lo que soy.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Me presento...

Hola a todos. Mi nombre es Mari Carmen. Soy maestra, maestra de escuela, como dice mi madre. Me estreno en Internet tratando de abrir, a través de la red, una pequeña ventana hacia mi aula. No vengo a exponeros teorías pedagógicas, aunque no dudéis que repasando un poco podría, si me guardáis el secreto os diré que fui una alumna aventajada en Magisterio y en pedagogía a lo largo de estos años no se ha inventado mucho nuevo. Tampoco pretendo narraros mi historia pedagógica porque no creo que mi capacidad dé para tanto, ni de componer un poema como haría Makarenko. Solamente me gustaría compartir, si soy capaz de atraparlas, algunas de esas burbujas llenas de magia especial que flotan en el aula de Infantil, Preescolar como reza en mi título o Parvulito, como dirían mis compañeras más veteranas y como felizmente yo misma llame a mis primeros años escolares. “Burbujas”, sí porque se disfrutan segundos, acaso minutos, pero nos atrapan el alma, luego viene lo único  que los otros ven desde fuera…el lío, el desorden, el estrés, incluso el caos… y, ahora, otra burbuja,… y otra que te transporta y te cautiva. No todo el mundo puede apreciarlas. Se trata de sonrisas, sentimientos, miradas de complicidad, fantasía, credibilidad, tolerancia, intimidad, elocuencia, sinceridad, creatividad, pensamientos, …y muchas, pero que muchas, dotes de paciencia. Qué a veces, falta,…pues sí, alguna vez más de las que desearía. Siempre tengo que convencer a mis alumnos de que no vivo en el Cole, que no desaparezco de la faz de la tierra a las dos para volver a aparecer a las nueve del día siguiente. Tengo familia, como todos tienen, inquietudes, preocupaciones, problemas, desvelos, muchas noches en vela a la espalda, aficiones, frustraciones, cansancio,…también muchas alegrías, fuerza, cariño, esperanzas, fe, inquietudes, ilusiones, apoyo…de parte de los míos, mi pequeña pero gran familia, mis amigos más queridos y mis compañeras más cercanas. Un abrazo a todos.