lunes, 28 de noviembre de 2011

El cumple de los "peques más peque"


Decoramos el mantel
Hace unos días, me reunía con un grupo de padres y madres para planear una sencilla fiesta. Nuestros “peques más peque” iban a celebrar su cumpleaños. Ya todos tienen cuatro añitos.

Convenimos que no era adecuado hacer grandes gastos ni rodear a los peques de lujos. En esta sociedad altamente consumista, va siendo  preciso que nos demos cuenta de que no es necesario que estos se sientan como marajás el día de su aniversario pero sí, ante todo, que se sientan muy amados, que sepan que durante meses fueron muy esperados, muy deseados, que cambiaron nuestra existencia y nuestra escala de valores con su llegada, que el día que invadieron nuestras vidas fue de los más dichosos y plenos que puede vivir el ser humano.
Nos ponemos los gorros de fiesta

Es precioso que sintamos un agradecimiento profundo por las personas que amamos y que nos regocijemos de evocar el día dichoso en el que sus ojos vieron por primera vez la luz de nuestro mundo, el día en el que fueron visibles para los que lo esperaban llenos de impaciencia. Por ello, tiene sentido que recordemos también, no sin cierta tristeza pero con una agradable gozo interior, el día en que nacieron nuestros seres queridos que ya no se encuentran con nosotros en este mundo. Reconocer que la luz de ese día especial, nos permitió disfrutar de aquellos a los que amamos en su ausencia porque se llevaron un trozo de nuestro  corazón. Pero no quisiese dejarme llevar por la nostalgia.
Una tarta hecha con mucho cariño por Lola

Podemos aprovechar las circunstancias de estas celebraciones para hacer crecer a nuestros hijos no solamente en edad sino también en valores. Elegir, incluso mejor por consenso entre toda la familia, un regalo para poder compartir con los hermanos en vez de algo personal para él; participar juntos en la preparación del acontecimiento preparando sorpresa para los amiguitos que acudan; elaborar una tarta casera en la que no falten los detalles que a los invitados  les gustan más aunque no sean los más favoritos del que cumple, enseñarlos a ceder por el amigo; hacer reflexionar al homenajeado sobre los gustos y preferencias de sus compañeritos a la hora de planear los juegos; organizar actividades no competitivas sino cooperativas; organizar alguna manualidad previa que les ayude a compartir su creatividad como decorar el mantel, maquillarse unos a otros, crear sus propias coronas o disfraces. Y muy importante, invitar a un número razonable de peques, no más de los que podamos hacer sentir muy bien, como en su casa y a los que pueda dedicar un ratito especial  y particular el cumpleañero.

Los "peques más peque"
Sé que todo esto cambia, en cierta manera, el concepto de cumpleaños que trata de imponernos el ritmo de nuestra vida actual. Los niños y niñas son auténticos objetos de consumo y, muchas veces, por nuestra falta de tiempo, por inercia o simplemente porque nunca nos habíamos planteado que podía ser de otro modo, nos dejamos arrastrar e invertimos grandes cantidades de dinero pero muy poca cantidad de cariño en estos eventos. Desaprovechamos estas ocasiones que serían valiosísimas para enseñar a nuestros hijos  la necesidad de darse a los demás en ese día en el que  la sociedad les hace creer que es el mundo es el que ha de inclinarse hacia él. Le restamos la posibilidad de que se sientan agradecidos por el don de la vida.
Una fiesta para todos

Pero, realmente, si lo pensamos despacio…en ese darse a los otros en el día de su cumpleaños ¿no encontrará el verdadero sentido de su existencia?, ¿no encontrará las razones que le ayudarán a responder a esa pregunta que todos, tarde o temprano terminamos haciéndonos algún día?...

…¿Y yo para qué nací?

martes, 22 de noviembre de 2011

Todos para uno y uno para todos

Todos para uno, uno para todos.
Hace algún tiempo, navegando por estos mares virtuales, leí que una de las claves del éxito del sistema educativo finlandés se halla en el trabajo cooperativo de los alumnos. Consideraba que difícilmente puede quedar un alumno rezagado, ya que sus mismos compañeros le ofrecen apoyo, puesto  que el avance de cada miembro es considerado  como una responsabilidad más de cada uno.


Esos cuentos impresionantes...
Realmente, aunque no dudo de que esto sea cierto, no puedo asegurar que sea así ya que no poseo conocimientos suficientes sobre este tema,(ya me gustaría poder viajar a esas latitudes y compartir experiencias con los magníficos profesionales de la enseñanza de ese país). Lo que sí puedo constatar, por mi propia práctica, que es una forma de aprender muy bella aunque muy exigente para el docente que, teniendo en cuenta las ratios de alumnos que manejamos en España, queda desbordado. El maestro debe de armarse con grandes dotes de paciencia, firmeza ante lo que piensen los espectadores inoportunos, que solo perciben el lío liadísimo que se forma, y, sobre todo, un gran convencimiento de que lo que se hace es lo correcto.
Enseñamos al otro lo que descubrimos

Siempre he pensado que una de las labores más importantes del profesor de Infantil es tratar de hacer de su grupo de alumnos: “una piña”, es decir que sean “todos para uno y uno para todos”. Cuanto más alto sea el nivel de cooperación de los alumnos y más bajo el nivel de competitividad, más receptivo será el grupo a los aprendizajes, más positivos sus comportamientos y más entusiastas sus respuestas.

Hemos de compartir el material
Y, ya nos conocemos, que una fue “cocinero antes que fraile”.  Trabajar en grupo no significa  repartirnos los puntos del tema y luego unirlos todos, poniéndonos de acuerdo en el tipo de letra a usar y los espacios, ahora en el Word y antiguamente en la Olivetti. Tampoco significa que el grupo vote y se haga lo que decide la mayoría sin tener en cuenta las peculiaridades y, por qué no, las rarezas de algunos de los miembros más originales.
Trabajar en grupo significa que cada uno aporte al grupo su pequeño grano de arena. Que cada idea sea tomada en cuenta, que el resultado final llene de satisfacción a todos. Esto ante todo ayudará a reflexionar a cada alumno acerca de sus propias capacidades, se animará a ponerlas al servicio de la comunidad y, sobre todo, aprenderá a descubrir y valorar las aptitudes de sus iguales.
La firma del cuadro: "TODOS"

Esto que suena tan bonito pero tan utópico, puede irse consiguiendo, es posible. Podemos darle la vuelta a muchas de nuestras prácticas educativas como si de un calcetín se tratara. Ante todos, maestros y padres, hemos de procurar evitar la competitividad a la que a menudo sometemos a los alumnos o a nuestros propios hijos, comparándolos en sus actividades. Podemos modificar juegos clásicos eliminatorios haciéndolos cooperativos. Hemos de ir compensando los pequeños grupos de trabajo para que sean los propios niños los que mejoren el nivel lingüístico de sus compañeros, su capacidad de atención, sus relaciones sociales, sus discapacidades, sus limitaciones. Podemos formar grupos flexibles que les ayude a conocer todos a todos. Podemos  ayudarles a autoevaluar, a través del dialogo, al final de la jornada, sus actuaciones (una asamblea a última hora de la mañana y no necesariamente a primera, cuando tienen mucho que compartir en sus aportaciones), que reflexionen juntos acerca de las consecuencias de sus actos del día, acerca de los conocimientos que se llevan a casa. Podemos proponernos limitar los trabajos individuales y dedicar un tiempo semanal fijo a los trabajos en grupo, a crear juntos. Hemos de hacerles sentir la responsabilidad del avance de cada uno de los miembros del grupo, como si de su propio avance se tratase.
La limpieza... entre todos
A mayor afectividad entre ellos, mayor apoyo. Las relaciones interpersonales pueden convertirse en una verdadera educación compensatoria. Hemos de descubrir las limitaciones y aptitudes positivas de los otros, hemos de hablar de ellas con naturalidad. Hemos de encontrar soluciones, juntos, para apoyar los aprendizajes de los más débiles. Hemos de explotar las cualidades que necesariamente poseen todos nuestros alumnos, haciéndoles consciente del gran potencial que ellos mismos pueden sacar de ellas.

En el aula, los maestros hemos de descubrir que tenemos un cuarto de centena de maestritos de refuerzo y un cuarto de centena de genios capaces de sorprendernos. Todos para uno y uno para todos. Merece la pena el revuelo que se forma, romper el silencio ancestral de la vieja escuela. En las relaciones afectivas, la cooperación, en el autoconocimiento propio y en el descubrimiento del otro, en la conciencia de grupo, en la responsabilidad hacia los demás…hemos de encontrar el punto de apoyo  para impulsar, desde esa gran palanca que es la escuela, a nuestros peques, con entusiasmo y sintiéndose unidos, al maravilloso mundo de la lectura, la investigación y el aprendizaje.
Juntos encontramos el color de un cielo de otoño

Al final del día comentamos lo que hemos vivido

Tradicional "juego de la silla" con aros

Un peque vale más que un aro

Eliminamos los aros, no a los peques


Corremos al ritmo del pandero, fuera de los aros

Ya solo quedan tres, nos abrazamos porque todos tienen que entrar

Conseguimos entrar en "uno" pero al final caemos

Todos ganamos: nos reímos juntos y somos más amigos